Por: José Manuel Pantoja Surmay
Colombia se ha caracterizado por ser un país multicultural, que inicialmente fue habitado por indígenas, y a pesar de los años y de los distintos avances tecnológicos, culturales, y sociales aún se guarda infinidad de tradiciones heredadas de los ancestros; entre ellas la música y el baile, que fueron y siguen siendo sinónimo de reuniones para expresar sentimientos y emociones a través de cantos, instrumentos y movimientos que hacen parte de su historia patrimonial desde tiempos inmemorables.
Los ritmos africanos siempre han tenido gran influencia en la historia cultural de Colombia y en cada una de sus localidades ribereñas; en ellas se remonta las tribus indígenas Chimilas y Malibúes, quienes crean los primeros asentamientos; y junto a los negros esclavos traídos al país desde el continente africano durante la época de la conquista, se unen en largas noches llenas de baile, lamentos y cantos aprendidos de sus amos. Es así como estas tres culturas con el paso de los años logran compenetrarse y complementarse consolidando una tradición. El baile aportado por los indígenas, los instrumentos por los esclavos y cimarrones africanos, y por último, las coplas, vestuarios y festejo a las fiestas religiosas impuesto por los españoles. Desde entonces, estos ritmos hacen parte del folclor que identifica y distingue generalmente a los pueblo a orillas del río Magdalena que al son los tambores perpetúan su cultura ancestral, a través de momentos llenos de baile, ritmo y cantos que luchan por mantener vivos.
Tamalameque, un municipio del departamento del Cesar, es un territorio reconocido por hacer parte de la tradición tamborera, siendo este el primer lugar donde se realizó el primer festival Nacional del género musical ya antes nombrado. En estas zonas ribereñas, las personas desde muy temprana edad se involucran y se dedican a bailar y cantar como es el caso de Damaris Sayas, gestora cultural del municipio de Tamalameque, la cual desde los 10 años incursionó en este mundo de la tambora y hoy cuenta con más de 26 años de experiencia; ella expresa que las principales característica de la tambora es sus ritmos “esa armonía que se siente al escucharla, eso que tu sientes al momento de bailarla; sus características nos llevan a muchos lugares a difundirla, a mostrarla, que se enamoren de ella, porque la tambora es un vivir, un sentir, una pasión”.
La tambora para muchos es un ritmo que a través del canto se pueden trasmitir sentimiento y emociones, el cual los compositores por medio de su vivir la transmiten en esa poesía y esa poesía se convierte en canto.
Diógenes Armando Pino Ávila, escritor, historiador, investigador y cofundador del festival Nacional de la Tambora y la Guacherna en Tamalameque, expresa que en los años 70 hacia atrás había un problema y era que la cultura era generada del centro a la periferia, es decir que Bogotá abarcaba todos los patrones culturales del país, pero a mediados de los 70 la situación fue inversa, y se empezó a generar cultura desde la periferia hasta el centro. “Empecé una especie de investigación, sin las técnicas de la sociología ni nada de eso, y logramos como redescubrir algo y entonces lo discutíamos con dos amigos más y ellos me decían que eso no tenía importancia si apenas lo sabíamos los tres, que eso había que hacer un evento grande donde el pueblo se enterara de eso y llegamos al primer festival, el cual lo hicimos con tres grupos de tambora y los distintos niños de la escuelas”.
En estos tiempos los jóvenes no están apasionados a este ritmo tradicional, sino que adoptan o prefieren ritmos de otros lugares, en vez de llevar su identidad cultural a lo largo y ancho de todo el mundo, promoviendo a que se enamoren del mismo, para que así la tradición se mantenga y se siga valorando e implementando.
“Hemos visto que se está perdiendo la tradición de la tambora, no por nosotros, porque nosotros queremos tenerla ahí, salvaguardarla, pero estamos luchando solos, sí necesitamos que los tamalamequeros se enamoren de lo que tienen, en las instituciones educativas debería existir una catedra, de lo que es la tambora y en sí para que desde temprana edad los jóvenes se apropien de sus raíces. Enamorándose de estos ritmos, vamos a tener un municipio más identificado en cada uno de estos lugares fuera y dentro del país”, expresa Damaris Sayas.
Luis Eugenio Imbreth del Valle, docente, folclorista y cantautor, expresa que “Eventos como los festivales de Tambora y Guacherna permiten que se mantengan vivas estas tradiciones; en el caso de Tamalameque existen varios grupos representativos de este ritmo, los cuales son los encargados de no dejar morir la manifestación folclórica. María Eugenia Jiménez García, instructora de baile cantaos en Tamalameque, la cual comenzó en el mundo de la tambora a la edad de los 14 años, siendo ganadora de 23 festivales alrededor de la depresión momposina en la categoría de baile veterano, expresa que para la influencia de otros géneros musicales como el reggaetón ha dificultado a los trabajadores culturales imponer el baile.
Para Néstor Robles Miranda, Gestor cultural y compositor, opina que la Tambora no está decaída en Tamalameque y además que no existe ninguna amenaza para pensar eso “hoy hay compositores, aunque algunos nos equivocamos al hacer cantos que no son de tambora, pero que nos acercamos al mismo y hoy por lo menos la hemos enriquecido, entonces no veo que haya amenaza en nada, y además hay dos grupos folclóricos. Los cantantes, bailadores, gestores culturales y demás participe amantes de esta tradición expresan que se deberían enfocar más en lo que tiene que ver con la enseñanza, a vincular a los jóvenes, sobre todo, y a los docentes que manejan la catedra de artística en especial, buscando una asociación con ellos para así llevar, rescatar y mantener la cultura viva en toda la depresión momposina.
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